miércoles, 19 de septiembre de 2007

La Actividad Educativa de los Sindicatos.


Desde que el obrero y empleado comprenda que es explotado, desde que el obrero perciba que puede mejorar su condición, sentirá la necesidad de unirse a sus demás compañeros de trabajo y comprenderá el valor de esa unión.

Mientras el estado de razón del obrero y empleado no se desarrolle, no madure, no será posible que comprendan las “causas” que producen su miseria, ni los “medios” que existen para remediar esos males.

Este estado de ignorancia, de insensatez de la clase trabajadora, en el presente momento histórico no puede modificarse favorablemente para su bienestar sino por la acción de la organización obrera y socialista ya existente, cuya unidad fundamental debe ser el sindicato.

Y decimos que ese estado de desgracia en que vive la clase trabajadora no puede modificarse sino por la acción del Sindicato, porque a su vez las fuerzas de la clase capitalista organizada, se empeñan en alimentar y conservar el estado de insensatez obrera.

Estas razones, entre otras, son las que motivan escribir sobre este tema dedicado más que todo a servir a los iniciados en la organización que a los profanos.

Los primeros sindicatos por pequeños que sean, si se desenvuelven con inteligencia, constituirán, aún en su pequeñez, núcleos imanados, con fuerzas atractivas siempre crecientes, capaces de ejercer influencias sobre los que se acerquen a ellos.

Por esto estimamos que la alimentación intelectual es de tanta importancia como la alimentación física. La inteligencia es la fuerza de las fuerzas. Los asalariados, sin acción inteligente no podrán adquirir ningún mejoramiento.

La mayor actividad de todo sindicato debe profundizarse en el desarrollo de la capacidad intelectual y moral del total de sus adherentes y sus familias, inclusive.

¿Por qué?. Porque la fuerza intelectual es la que dirige la fuerza material. Y las más nobles aspiraciones de una minoría en el Sindicato, no podrán realizarse con el evidente beneficio que se busca obtener, si no se extiende y desarrolla la inteligencia sobre todos. Por estas razones, la actividad educativa en el Sindicato debe ser actividad permanente.

Esta actividad educacional puede dividirse en dos condiciones fundamentales:

1) Ayudar al individuo a completar su capacidad técnico-industrial, sus métodos económicos-domésticos, su cultura, para que mientras viva en el ambiente actual aumente la potencia que le beneficie;

2) Proporcionar los elementos de juicio y de examen para que todos los individuos se posesionen de las verdades necesarias para obtener el más claro concepto de la vida, la razón de ser de la existencia humana, la misión de la sociedad y la forma en que debe estar organizada para vivir libre y feliz.

La forma sintética, abreviada, en que se redactan las declaraciones de principios, programas y estatutos, no son lo necesariamente claras y explicativas para que todas las mentalidades puedan concebir sus más nobles alcances.

Es preciso extender la acción de nuestra literatura en condiciones ilimitadas y libres: el manifiesto, el periódico, el folleto, la biblioteca, la conferencia, la discusión, etc., deben ser medios de actividad permanente. Pues la potencia revolucionaria que debe poseer cada individuo para llegar al fin propuesto de la socialización de los instrumentos de producción y de cambio con la abolición del régimen de salario, esa potencia revolucionaria debe formarse en cada individuo como consecuencia de su interés, de su acción examinadora y constructiva de su mentalidad, de la asimilación de ideales de perfección a su individualidad. Si así no se produce este fenómeno de la capacitación individual para la formación de la gran fuerza colectiva que ha de poner en práctica nuestros ideales, resultará que los individuos adquirirán sólo fuerza y capacidad inadecuadas. Y, en conciencia, eso no lo podemos aceptar.

Dadas las condiciones en que vive el proletariado, tan abandonado, tan distraído en lo que le daña, sin capacidad para escoger con inteligencia los medios de su bienestar, no queda otro recurso que el desarrollo de las actividades en el sindicato, por pequeño que sea el principio de su organización.

Muchas veces decimos que la masa trabajadora está embrutecida, degenerada, y por ello incapacitada para comprender el alcance de nuestra propaganda, y “convencidos” de que eso es exacto, dejamos pasar el tiempo. ¿No convendría creer mejor que el defecto está en nosotros, que no sabemos explicar, que no sabemos indicar a esa masa el porqué de la necesidad de mejorarnos y de organizarnos y modo como necesitamos proceder para alcanzar nuestros fines?. Si nos colocáramos en este punto de vista, quizás desarrollaríamos mayor ingenio para penetrar en el cerebro de la masa para inyectarle la sugestión necesaria, para interesarle en su mejoramiento.

La alimentación intelectual en las mejores condiciones posibles debe merecer de los Sindicatos la más preferente atención, pues a ello está subordinado el orden material de nuestras condiciones de vida.

Un Sindicato que sólo exista para la conquista de un mejor salario, de algunas horas menos de trabajo, de poco más o menos higiene y buen trato en las faenas, un Sindicato, digo, que sólo de esto se preocupe con la mayoría de sus componentes, será un Sindicato de acción estéril, inútil a nuestros propósitos de perfeccionamiento social.

Ningún mejoramiento resultará efectivo dentro del régimen del salario. Siempre seremos esclavos expuestos a todos los peligros con ese régimen.

Para hacer desaparecer todas las formas de esclavitud, el Sindicato ha de tener por finalidad precisa y clara la socialización de los instrumentos de trabajo y la consiguiente abolición del régimen del salario. A esta finalidad indispensable no se llegará solicitando aumentos de salarios, ni se llegará capacitando el 5 o 10 por ciento de los trabajadores.

Sin desatender la conquista de todas aquellas mejoras de que se han ocupado hasta hoy los Sindicatos, se impone a cada momento, con caracteres de urgencia, que la acción sindical despliegue nuevas modalidades, cada vez más inteligentes, que nos vayan habilitando en todo sentido para perfeccionar nuestras fuerzas revolucionarias.

Perfeccionar la capacidad de los más capaces, para convertirlos en medios de perfección de la capacidad del conjunto, debe constituir una preocupación seria y continuada de los que ya han visto clara la lucha del porvenir.

La uniformidad, más o menos, de procedimientos tácticos para la orientación metódica, no sería difícil alcanzarla y produciría buenos resultados si nos empeñáramos en ello.

Si aspiramos a vivir en una sociedad bien organizada, donde todos encuentren los medios para vivir a su satisfacción, ello no podrá existir si no la sabemos concebir, si no sabemos organizar bien en nuestro cerebro y en el cerebro de la colectividad las vastas proyecciones del “modo” de desarrollarse de aquella sociedad en que pensamos; y si en todo caso “el Sindicato” será “siempre”, mientras sea necesario producir para vivir, el factor que intervenga en el desarrollo de la producción y de la distribución, entonces ¿no debemos hacer que el Sindicato desde hoy sea siquiera el comienzo de lo que ha de ser cada nuevo día hacia el porvenir? ¿No podemos aspirar a que el Sindicato inicie los “modismos” de la vida futura? Y para ello, ¿qué hay que hacer?

Hacer que todo “Sindicato” sea una escuela cada vez más perfecta y completa, cuya capacidad colectiva, haciendo ambiente, ayude a cada individuo (hombre o mujer, niño, joven o anciano) a mejorar sus condiciones intelectuales, morales, y su capacidad productiva con el menor esfuerzo; que sea también una universidad popular democrática que proyecte todos los medios y conocimientos necesarios e indispensables para el desarrollo ilimitado de los conocimientos, y que sea un centro de cultura siempre en marcha hacia la perfección.

Desde este punto de vista, tal debe ser el Sindicato. Y para ello, cada adherente debe dar todo el concurso que esa obra exija. Si esto no se convierte en “hechos”, bien distante vemos la realización de nuestros anhelos.

No debemos olvidar nunca que si para reparar nuestras fuerzas físicas tenemos que alimentar el estómago, para reparar y desarrollar las fuerzas intelectuales que ciertamente dirigen las fuerzas físicas, debemos también alimentar el cerebro cuidadosamente.
Como el ambiente de la época no es del todo propicio para que la clase obrera se resigne a lo rígido de la enseñanza y del progreso de la cultura y de su saber, se hace “preciso” preocuparnos al combatir la ignorancia y llevar a la mente obrera conocimientos científicos y filosóficos útiles, mezclar esta enseñanza lo más continuamente con actos recreativos y alegres que amenicen la severidad de la ciencia y austeridad de la filosofía.

La enseñanza científica y filosófica, mezclada una veces con bailes y fiestas teatrales, con representaciones cómicas o dramáticas, pero instructivas también, y otras veces con paseos campestres, y siempre reunidas todas las familias, atraerá mayor número de concurrentes y sus resultados serán mucho más benéficos y más rápidos sus frutos.

Luis Emilio Recabarren.

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