viernes, 17 de agosto de 2007

¿Qué es un Sindicato? ¿Por qué debe existir?


Padre Hurtado, Obras Completas, Tomo 2, Dolmen Ediciones


El Sindicato es una asociación estable de quienes pertenecen a la misma industria o a la misma profesión; «trabajan en la misma empresa o faena, o que ejercen un mismo oficio, profesión, u oficios o profesiones similares o conexas, sean de carácter intelectual o manual». Los Sindicatos están unidos bajo la dirección de jefes que ellos mismos han escogido libremente entre los asociados. Decimos que el Sindicato es una asociación estable, por tanto destinada a durar. No se trata de un grupo organizado ocasionalmente para algunas semanas o meses. Los que forman parte de él son personas ligadas por el vínculo de un trabajo común. Puede haber sindicatos de patrones y sindicatos de asalariados. Aquí nos referimos principalmente a los de obreros y empleados. Entendemos por tales los que viven principalmente de un salario fijado de antemano y ejecutan su tarea bajo las órdenes y la vigilancia de su patrón. La finalidad primera del sindicato es estudiar, promover y, en caso necesario, depender los intereses comunes de los asociados en todo lo que concierne al contrato de trabajo: duración, salario, garantías sociales, etcétera. El sindicato representa a sus miembros en las discusiones con los patrones y con los poderes públicos en todo lo que concierne a las condiciones de trabajo. Es muy difícil para los asalariados discutir las condiciones de su trabajo si cada uno individualmente ha de entenderse con el patrón o su representante. Para estar en un pie de menos desigualdad necesitan presentar colectivamente sus peticiones. Los dirigentes sindicales, para merecer la plena confianza de los asalariados, han de ser escogidos por ellos mismos entre quienes conocen las condiciones del trabajo en su estructura compleja y han podido experimentar la justicia de las reclamaciones que presentan. El sindicato debe, además, promover una labor de perfeccionamiento entre sus miembros. Perfeccionamiento técnico mediante cursos de capacitación, escuelas para aprendices; perfeccionamiento económico promoviendo el ahorro, la formación de cooperativas, la difusión de la propiedad individual para sus asociados, el cumplimiento y mejoramiento de las leyes de seguridad social, etcétera; perfeccionamiento moral acentuando y dependiendo la dignidad de la persona humana, el respeto a su libertad, etcétera. En cuanto al perfeccionamiento religioso, no incumbe directamente al sindicato aconfesional, como es el que tenemos en Chile, pero debe dar toda clase de facilidades para que sus miembros puedan realizarlo, pues lo reclama la conciencia de los sindicados, es un deber de todo ser racional y la base de su formación moral. En las asociaciones confesionales los asociados, encuentran también en el sindicato medios para pro mover su vida religiosa. Estas finalidades no agotan sin embargo la misión del sindicato; sus dirigentes no pueden detenerse sólo en conquistas inmediatas. Con la vista fija en un mundo nuevo que encarne la idea de orden, que es equilibrio interior, los dirigentes encaminarán su acción a sustituir las actuales estructuras capitalistas inspiradas en la economía liberal por estructuras orientadas al bien común y basadas en una economía humana: «Es toda la sociedad la que necesita ser reparada y mejorada, porque cimbran sus cimientos».La historia de estos últimos siglos y la experiencia cotidiana hablan muy claro de las luchas que ha debido sostener el sindicalismo para llegar a existir y después para sobrevivir. Señalemos entre sus principales adversarios:

I. Los industriales, comerciantes y patrones que prefieren reglar sus salarios por la ley de la oferta y la demanda. La historia está llena de ejemplos de explotación del obrero, al cual se ha hecho trabajar largas jornadas, recibiendo en cambia salarios irrisorios. Desgraciadamente esta historia no esta terminada. Los patrones que quieren mejorar la suerte de sus obreros, pero por su cuenta, como un ejercicio de la virtud de la caridad, pero que por nada del mundo acepta asociaciones de sus trabajadores que puedan tratar con ellos de igual a igual, que pueden hablar de justicia: ¡Asociarse es ser Revolucionario! Los patrones que fomentan un sindicalismo amarillo, apatronado, del cual ellos son los dueños para ahogar todo auténtico sindicalismo de genuina extracción proletaria. Primas y favores a los que militen en «su» sindicato; amenazas de expulsión o represalias a los que persisten en el sindicato auténtico.

II. Los asalariados individualistas. Muy bien colocados, que no miran sino su provecho personal: mejorar ellos, estar bien con el patrón, y desinteresarse totalmente de la suerte de su clase, del bien común. «Ande yo caliente y ríase la gente!».Los asalariados cobardes, que conscientes de la necesidad de sindicarse para defensa de sus derechos, se dejan atemorizar, y espantados de las represalias, temerosos de perder su puesto, de no tener cómo alimentar a su familia, escabullen la lucha común. Esta actitud se encuentra mas entre los empleados que entre los obreros*: se dan cuenta de que tienen mucho que perder y sobre todo de la dificultad de rehacer su vida si son despedidos, por cuanto su formación es muy restringida y son demasiados los que andan en busca de un puesto. Por eso Marx se despreocupó de los empleados al plantear la revolución proletaria. Los obreros, en cambio, más desposeídos de riquezas y de codicias, están prontos a entregarse enteros a una idea generosa. Por otra parte, para ellos es más fácil reiniciar sus actividades en otra empresa o aun en otra localidad. Los asalariados inmediatistas que quieren ver al instante el fruto de los sacrificios que hacen. Pagan ellos sus cuotas y ¿que fruto han obtenido? ¿Qué servicio les ha prestado el sindicato? Los asalariados escarmentados que han visto convertido el sindicato en un feudo político o en un medio de dominio de unos cuantos caudillos que han aprovechado de él para medrar, cuando no se han alzado con los fondos sindicales comprometiendo el porvenir de la clase obrera, su honra y su bienestar. Los asalariados ignorantes que nada saben del sindicato y que no se interesan por saber. Rutinarios, fatalistas, se resignan a su suerte sin hacer nada por cambiarla. EI porvenir está en sus manos, pero no les interesa mejorarlo. Les hace palta un compañero con alma de fuego que los inflame Por la gran causa de la redención proletaria.

III. Los economistas liberales, la prensa liberal, los políticos timoratos e interesados.- Los economistas para quienes no hay más ciencia económica que la doctrina de la libertad: el obrero aislado frente al patrón; el estado mientras más escondido mejor. La prensa y la política son el eco de una doctrina o de un interés. No es faro, pues, que los patrones adversarios del sindicalismo tengan su prensa y sus políticos que usan de todos los medios para desacreditar al sindicato, para hacerlo «inofensivo» cuando no pueden matarlo.

IV. Los derrotistas. - Los que se encargan de repetir todos los escándalos, todos los chismes sin importarles saber si están o no comprobados, con tal que desprestigien la causa obrera. Para ellos, sindicado es sinónimo de revolución: huelga suena a anarquía y siempre es ilícita, a no ser cuando la hacen los patrones... «Las fuerzas del mal» necesariamente han de terminar por triunfar... Toda asociación obrera, aunque la organice el Párroco, ha de terminar en manos de los comunistas. Y con estas afirmaciones simplistas siembran el desconcierto, el desprestigio y han sido causa de que muchas voluntades generosas se hayan acobardado durante años ante la lucha sindical. En el fondo son ellos muy responsables de los errores actuales del sindicalismo, por haber alejado de él a los elementos mas sanos que pudieron haberlo orientado.

V. Los mismos sindicatos.- Cuando abusan de su poder prestándose como instrumentos para maniobras políticas, cuando pierden de vista los intereses del gremio para hacer prevalecer logros personales, cuando abusan de su fuerza para sabotear el trabajo y aun destruir maquinarias, para hacer exigencias desmedidas, cuando favorecen a trabajadores perezosos, subversivos, cuando sus dirigentes crean un clima de terror golpeando y aun haciendo desaparecer a los que no participan de su ideología. Los sindicatos son enemigos de su propia causa cuando propagan que ellos serán suficientes para acabar con todo malestar económico, pues, si bien son elementos de reajustes, no tienen poder bastante para orientar la economía del país, ni menos para dar solución total a problemas que tienen raíces internacionales.

He aquí los principales enemigos del Sindicalismo. Refirámonos ahora brevemente a algunas objeciones muy trilladas que circulan contra el sindicato.

1ª "EI sindicato ya no es necesario hoy día". Afirmación falsa, pues si bien los abusos que se cometían en la industria hace 50 años han disminuido mucho, no por eso ha perdido su actualidad la organización gremial. Una función bien definida del sindicato, es la de representar a los trabajadores en la determinación de sus condiciones de trabajo. Todos los hombres de negocios recurren a un técnico en estas materias antes de firmar un contrato: a un abogado, a un actuario, a un economista que los informe acerca de si sus intereses están bien guardados. ¿Y quién defiende los intereses obreros, quién vela para que no sean violados? Para reconocer la necesidad del sindicato basta pensar en algunas de las condiciones que supone todo contrato de trabajo: Salarios y periodos de pago, horas de trabajo, horas suplementarias, manera de medir la tarea; salubridad del sitio de trabajo; peligro en las minas y construcciones; trabajo de los niños; edad en que puede permitírseles; instrucción que se les ha de dar; educación para los hijos de los operarios; trabajo de la mujer casada, atención de sus hijos menores; periodo de embarazo; habitaciones para el obrero: que sean suficientes para todos, capaces; que puedan llegar ellos a ser propietarios. El trabajo nocturno; trabajo del domingo; vacaciones periódicas. Frecuencia de las crisis industriales; despidos injustificados de obreros. Abandono en la miseria de los ancianos, de los inválidos, de los enfermos, de los cesantes. La salvaguardia del derecho del obrero a un ambiente moral, a la práctica de sus deberes religiosos, cívicos, a formar parte de asociaciones de defensa y mejoramiento. La atención social de sus familiares. Facilidades para la educación primaria y técnica de sus hijos y para cursos de perfeccionamiento que les permitan mejorar su situación, etcétera. ¿No son necesarios los sindicatos? El día en que todos estos problemas estén solucionados, que la sociedad tenga estructuras plenamente humanas, ese día dejaran de ser necesarios... Hoy día no sólo son necesarios; son imprescindibles para el obrero. En Estados Unidos y otros países se ha visto, en las épocas de depresión, un esfuerzo para reducir los salarios, pero esta reducción ha sido mucho menor en las industrias en que había sindicatos. Las transformaciones técnicas y comerciales de la industria son tan rápidas que nadie puede asegurar a un obrero que mañana no será despedido. Y por causas aun menores puede esto ocurrir: basta muchas veces un rato de mal humor del patrón o de sus representantes para que un empleado u obrero de mérito sea lanzado a la calle. La industria sigue funcionando normalmente, pero ese obrero, ese empleado, esas familias, ¿con qué seguirán viviendo? Todo su porvenir esta amenazado. No podemos cansarnos de repetirlo: todo asalariado necesita hoy del sindicato.

2a "¿Para que sirve el sindicato, cuando todas las ventajas que consigue subiendo los salarios quedan aniquiladas por un alza inmediata de precios?". En un régimen anárquico la objeción puede tener pleno valor, esto es si no se toman medidas para hacer real el alza de salarios; pero aunque al alza de salarios corresponda un alza de precios, si los nuevos jornales han estado bien estudiados, no llegan a ser anulados por el mayor costo de la vida. Por otra parte las exigencias de los asalariados no suponen necesariamente que la industria haya de alzar los precios. Antes de adoptar esta medida debería revisar la repartición de utilidades de la empresa, una buena parte de las cuales va hoy día a inversiones innecesarias: edificios de lujo, reparto de utilidades excesivas, propaganda inútil y cara, mantener una competencia loca. Una reducción de estas partidas puede permitir un alza de salarios sin alzar el precio. Esta fue la política sugerida por el Presidente Truman a las industrias norteamericanas al terminar la guerra última: debían alzar sus salarios sin aumentar el precio de los productos, pues la utilidad era ya excesiva. Como reclamara la industria, propuso un tribunal que investigara los hechos alegados. Los reclamos de los asalariados llevan también a los patrones a realizar un progreso industrial y comercial, los incitan a buscar medios mas económicos para producir, a economizar materias primas y energía, etcétera. Finalmente, si se confirma que la objeción tiene fuerza real en un país, será llegado el caso de pedir una intervención gubernamental para impedir que sea burlado el derecho de los trabajadores. ¿Qué medidas deberán ser tomadas? Bien complejas pueden ser. Quizá convenga estabilizar los precios, lo que muchas veces equivale a un alza de salarios, pues lo que hace reclamar mayores jornales es el alza constante de los precios. Estabilizar realmente el costo de los artículos equivale a mejorar las condiciones de la vida proletaria. Tal ha sido por citar un solo ejemplo, la medida propuesta estos últimos años por Sindicatos de Suecia, para impedir la inflación de la posguerra, con la consecuencia inmediata de alza de la vida. Pero esta estabilización de precios debe ser real en todos los campos: no sólo en los jornales, sino también en todos los factores que constituyen el costo de la vida; y debe hacerse sobre la base de salarios plenamente suficientes. Hacerla en otra forma sería consolidar una injusticia.

3a "La ley de la oferta y la demanda clara al obrero lo que pretende conseguir por el sindicato y se lo dará sin trastornos para la sociedad y en forma mucho mas exacta". Cierto es que la ley de la oferta y la demanda mejora las condiciones del obrero en época de escasez de operarios, aunque mucho menos de lo que sería necesario, pero ¿qué decir de su situación en la época de exceso de brazos en la que también él y su familia tienen derecho a llevar una vida humana digna y no tienen otro recurso que su trabajo? La historia de la vida obrera del último siglo demuestra que un mejoramiento de condiciones se ha obtenido después de formadas las grandes organizaciones y en muchos casos después de dura lucha. Compárese la situación actual de los operarios en los países de escasa organización industrial, en aquellos que llaman de «mano barata>> con la de los países de avanzada organización; y dentro del mismo país la situación de los obreros organizados y la de los que no lo están. Finalmente hay que recordar que la actividad del sindicato, no se limita a obtener aumento de salarios, y hay que notar también que este aumento no es necesariamente el resultado de una huelga o de otra medida extrema. La sola existencia del sindicato es bastante en muchos casos para que el entendimiento se produzca entre patrones y operarios en un plano de armonía y de justicia.

4a "Los sindicatos sólo sirven para estimular la lucha de clases y para hundir la industria". Esto no es verdad sino cuando se introduce determinada política en el sindicato o bien cuando el patrón rehúsa sistemáticamente reconocer las asociaciones gremiales y se niega a tratar con ellas. Pero ordinariamente la vida sindical lleva a obtener contratos colectivos entre las organizaciones patronales y las de los asalariados, a establecer y aceptar el fallo de tribunales arbitrales, a una colaboración metódica de los dirigentes de los grupos patronales y obreros. Los asalariados cuando saben que sus intereses están bien defendidos, que su dignidad es respetada, que su seguridad está garantizada, son, por lo general, hombres pacíficos, sin aspiraciones revolucionarias. La experiencia de los principales países industriales lo prueba bastante. Más aun lo confirma la experiencia de los grandes industriales que han llegado a convencerse que para el bien mismo de la industria, para que sean respetadas las convenciones, es mejor tratar con un sindicato fuerte, bien organizado, que con uno mediocre. La práctica ha demostrado la verdad del pensamiento de Proudhom: el Sindicato que tiene en sus manos la huelga y todas las medidas para exacerbar la lucha social, ha servido más para suavizar esas luchas que para agudizarlas. Pensar que el fin del sindicato es hundir al patrón, es un infantilismo, que sólo cabe en la mente de personas que viven fuera de la realidad, y, notémoslo bien, los verdaderos obreros son en general muy realistas... El sindicato que pretenda matar al patrón se mata a sí mismo y mata los intereses de sus propios asociados. Buenas condiciones de trabajo no pueden obtenerse sino en una industria próspera en la que capital y trabajo colaboran armónicamente. Podemos, pues, concluir que es evidente que el asalariado necesita del sindicato. Muchos enemigos tiene éste, mucho objetan en su contra, pero una cosa queda en pie: si el obrero quiere tener una participación más justa en los bienes de la tierra, dados por el Creador para todos los hombres; si quiere completar su libertad política con su libertad económica; si quiere asumir la parte de responsabilidad que le incumbe en la dirección del trabajo, en la reforma de las estructuras económicas de su país y del mundo, no tiene más que un camino: unirse a sus compañeros de trabajo. La redención del proletariado sólo puede realizarla el mismo proletariado. Parece casi innecesario decir que no puede esperar el obrero su liberación de la espontánea iniciativa de sus patrones, que miran principalmente a sus propios intereses; ni puede esperarla del Estado: entregar su suerte en sus manos sería vender su libertad, sustituir los amos de ahora por uno más despiadado e injusto. La Iglesia por más que desee la redención del proletariado y la prédica y urge a todos los cristianos, carece de medios adecuados, pues su misión es ante todo espiritual y no se mezcla en el dominio de lo técnico que es indispensable para dar solución completa a los problemas económicos. La mayor parte de los partidos políticos antes de cada elección ofrecerán solucionar todos los problemas pendientes, pero luego sus intereses políticos y electorales prevalecerán sobre la gran causa de la redención proletaria. Todos los días se ve cómo olvidan los principios, cierran los ojos a las injusticias y aun las cometen mayores con tal de obtener mayoría electoral. La redención proletaria ha de ser obra del propio pueblo, organizado férreamente en torno a sus intereses gremiales, sin mezcla de otras consideraciones. El asalariado moderno vive su vida principalmente al lado de su industria o trabajo; allí pasa la mayor parte del día, allá forma sus principales amistades, allí encuentra su ambiente moral. De su trabajo vive y sólo de él espera su liberación. La agrupación, pues, ha de realizarse en tomo a sus intereses de trabajo. Esto es el sindicato. Masa y pueblo son dos palabras que distingue claramente Pío XII. El triunfo no será de la masa amorfa, sino del pueblo organizado. Mediante la formación de auténticos sindicatos «el pueblo deja de ser masa uniforme e indefensa de individuos disgregados, para constituirse en grupos bien organizados que marchan como cuadros militares bien disciplinados a la defensa de sus idénticos intereses dentro del máximo respeto a los intereses vitales de los demás grupos sociales. Es la marcha irresistible que hará del siglo XX el verdadero siglo del pueblo».

¿Tiene el obrero derecho a sindicarse? El pueblo necesita sindicarse, sí, pero ¿tiene derecho? Necesitamos tantas casas; yo necesito una casa; necesito tres veces más dinero del que tengo, necesito llevar a la costa a un hijo enfermo, pero, ¿tengo derecho a estas cosas? Hoy casi nadie niega, en teoría, este derecho; sin embargo, no está demás afirmarlo claramente, porque en la práctica son innumerables los patrones que lo desconocen y, con frecuencia, los Estados ponen indebidamente cortapisas a su ejercicio. Cuando León XIII escribió Rerum Novarum (1891), este derecho era discutido, aun en teoría. Como afirma Pío XI en más de un país los poderes públicos imbuidos de liberalismo daban muestras de poca simpatía por los grupos obreros y aun los combatían abiertamente. Reconocían sin dificultad y apoyaban asociaciones análogas fundadas en otras clases sociales; pero por una atroz injusticia negaban el derecho natural de asociación a quienes como nadie necesitaban de él para defenderse de los más fuertes. Como ejemplo que confirma las palabras de Pío XI recordamos que, cinco días después que León XIII había escrito Rerum Novarum y reconocido abiertamente el derecho de los obreros a sindicarse, el diputado chileno don David Mac-Iver, en sesión de la Cámara del 6 de diciembre de 1896, interpela al Ministro del Interior, porque ha tenido antecedentes fidedignos, que él en un principio se resistió a creer, que en el puerto de Pisagua, se había formado un gremio de jornaleros. El Gobierno, alarmado por actitud tan insólita de los obreros, asegura al interpelante que no tardará en «reprimir» estos hechos. Este era el criterio de los gobernantes a fines del siglo pasado. León XlII en cambio había afirmado claramente en Rerum Novarum que el derecho de formar tales sociedades «es derecho natural al hombre, y la sociedad civil ha sido instituida para defender, no para aniquilar el derecho natural; y, si, prohibiera a los ciudadanos entre si estas asociaciones, se contradiría a si misma; porque lo mismo ella que las sociedades privadas nacen de este único principio, a saber: que son los hombres por naturaleza sociales. Hay algunas circunstancias en que es justo que se opongan las leyes a esta clase de asociaciones como, por ejemplo, cuando los propósitos pretenden algo que a la probidad, a la justicia, al bien del Estado claramente contradigan» .Esta justa medida que debe ser norma del poder público al reglamentar el derecho de asociación era recordada en 1947 por S.E. el Cardenal Caro al discutirse en la Cámara el aspecto sindical de la ley de defensa de la democracia. Recuerda el Cardenal que, si bien el Estado puede restringir el derecho de asociaci6n cuando se opone al bien común, no puede hacer irrisorio e inexistente el derecho mismo de sindicarse...De la enseñanza de León XIII que acabamos de citar, se sigue que una cosa puede ser legal sin ser legítima, y legítima sin ser legal. Legítimo llamamos todo lo que es justo, equitativo, razonable, conforme al derecho natural. Legal, lo que es conforme a la ley humana; esto es, lo que ha sido ordenado por la autoridad legislativa sea justa o injustamente. Una prescripci6n de la autoridad civil que condena el matrimonio religioso, la celebraci6n del culto, es legal pero ilegítima y no debe ser obedecida en conciencia. Tomar lo necesario para no morir de hambre, recuperar lo que me ha sido quitado injustamente es legítimo, aunque sea ilegal.

El derecho a sindicarse ha existido siempre, pero no siempre ha sido reconocido. La sindicación ha sido siempre legítima aunque no siempre legal. En la vida misma de un sindicato, en las medidas que lo reglamentan, habrá que recordar muchas veces la distinción entre legítimo y legal. Lo que es legítimo podemos siempre defenderlo, lo cual no obsta a que estemos expuestos a las consecuencias de las medidas legales. En materias que el derecho natural deja imprecisas, el derecho positivo puede precisarlas y en tal caso sus medidas son obligatorias en conciencia. Pero si en algún caso lo legal se opone a lo legítimo, esto es, no sólo precisa lo que tienen derecho a precisar, sino que niega lo que no puede negar, tenemos claro derecho a defender lo que la ley natural nos concede. En tal caso lo legítimo prima sobre lo legal.

* Nota del Editor: Hace un par de años en el Código Laboral chileno se hacía la diferencia entre obreros y empleados, básicamente los obreros correspondían a los trabajadores que no habían terminado sus estudios secundarios en cambio los empleados sí. Actualmente el Código Laboral eliminó esa discriminación y a todos se nos reconoce tan sólo como Trabajadores.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande Maestro

Si se identifican como Católicos al menos deberían leer este artículo donde se expone parte del pensamiento del Santo Padre Alberto Hurtado.

Epinefrina

Unknown dijo...

Toda la razón, el Padre Hurtado no habla por si mismo, sino que busca transmitir la palabra de Dios, para quienes creemos. Y su llamado es transversal, tanto para el patrón injusto como para el trabajador sacador de vuelta.

Anónimo dijo...

Bien me parece, también me parece que nosotros somos cobardes, como lo dice el artículo.
Me ¿pregunto que vamos a hacer? ¿armar una asociación gremial que represente a todos los químicos farmacéuticos?, está ya existe y es el colegio químico farmacéutico de chile A.G. el que claramente no representa al 100% de los qqff, ¿armar otra asociación gremial?, claro pero nos desuniríamos aún más, y la desunión nos está matando. ¿Tal vez armar una A.G. interina que se preocupara sólo de esta clase de temas? al que el colegio no le gusta tocar a pesar de que está en sus bases. Cambiar la directiva del directorio nacional del CQF i es que hay una lista sindicalista, pero si nadie quiere ser candidato además tendría que ser hasta finales de proximo año, ¿y mientras qué?. Solo se habla y nada concreto se hace.

SL2
mh

Anónimo dijo...

Cómo fue que RC fue capaz de leer sin solicitar ningún tipo de resumen.

Epinefrina

Nota: RC = Reposiano Caparrós
Y no Rodrigo Cañas como algunos quisieran.

Unknown dijo...

Sepa usted que los escritos del Padre Hurtado no me son ajenos, ni su mensaje lejano. Y obviamente lo he leido durante los años. No me voy a poner a insultar de latoso al Padre Hurtado. Los latosos son otros, que escriben lo mismo, en un mismo discurso, con una escases de lenguaje impresionante, que hace todo el proceso de lectura repetitivo, redundante, y por sobre todo...latoso.
Esta vez no pedí resumen, porque ya lo habia leido, y porque el Santo Chileno está por sobre los intereces mezquinos y parciales.

En fin. Solo una duda, ¿quién es el Señor Cañas a quien tanto invocan?. Lo más cercano que tengo es un CAÑAmo en mi jardín, y que a mi edad me sirve para los dolres.